Empecé recopilando dos o tres pantallazos de correos y mensajes dónde había palabras muy alentadoras y halagos hacia mi escritura. Los guardé (confieso haber impreso un par de folios que después metí en una de esas fundas de plástico) pensando que con suerte me llegarían unas poquitas fotos de más de algún lector y quizá alguna palabra amable de una amiga que me leería.
Ese impulso de atesorar físicamente (de volver tangibles) los sentimientos y los recuerdos, en realidad era fruto de una idea inconsciente (y equivocada) que tenía: esto es un caso aislado. Puedo materializarlo y guardarlo en un cajón, siempre recordaré esta fecha y este mes. Después, pasará, todo volverá a ser como antes y yo me quedaré con la tremenda alegría de haber cumplido un sueño. Podré contar como anécdota que una vez escribí una novela e incluso llegó a publicarse, y que a un par de personas con criterio literario, además, me elogiaron. Y ya estaría.
La cosa es bien distinta: hace meses que pude ver la historia que escribí convertida en objeto físico y desde entonces hago capturas de pantalla sin cesar porque personas me mandan mensajes que yo no acabo de entender que van dirigidos a mí, o me encuentro (y encuentran) mi libro expuesto en librerías y escaparates al lado de otros que yo considero más reales. Como si el mío fuese un intruso, como si me hubiese disfrazado para colarme en un lugar sin invitación. Ya no puedo documentar cada comentario, mensaje o foto, no puedo guardar nada en ningún cajón. También hay cosas que son inmaterializables, como el apoyo y entusiasmo recibido que son aún más valiosas. Imposible llevar una cuenta, así que ahora solo me queda aceptarlo como una realidad, una constante, no algo que tiene una fecha de caducidad: Rapacinos está en el mundo, y yo no puedo saber dónde ni puedo saber con quién. Habita librerías grandes y pequeñas esperando que le acojan hoy, mañana y dentro de muchos años. Siempre hay una nueva foto, opinión, propuesta, reseña, noticias de reimpresión, interés por lo nuevo... La idea de haber creado algo perenne me da escalofríos.
💝 En la librería de Matadero Uno (Oviedo), dónde hice la primera (tímida y emotiva) presentación. Gracias a Natalia por hacerlo fácil a pesar de mis nervios.
💝 En la librería Momo (Gijón), fue la segunda: superdivertida y con muchísima gente a pesar del diluvio que cayó. Gracias Leticia por hacer de ella todo un éxito.
💝 Y para poner el broche final a este noviembre, volví a Mieres (dónde nací), y obviamente tuve que hacerla en la mítica librería La pilarica. Gracias por la charla y el debate tan ameno que surgió.
🧚🏻♀️ Eli Marqués me invitó a charlar con ella para su podcast Intertexto. Somos compañeras de editorial y también compartimos generación. Además de ser encantadora la charla fue muy amena y divertida, ya que el tema fueron los libros como viaje de vuelta a la infancia.
🧚🏻♀️ Paula, a quién conocí en la presentación de Matadero Uno, tiene un programa de radio llamado Literfartura. Tras leerme me invitó a una entrevista de la que estoy muy orgullosa, creo que fue muy interesante cada cuestión que me planteó y además la narración ha quedado impecable.
🧚🏻♀️ Y por último, Cintia, me hizo unas preguntas entrevistándome para su blog. Me ha gustado muchísimo responderlas (además por escrito, que siempre será el medio por el que más cómoda me siento) y creo que es bastante interesante si queréis saber más de lo que hay tras la creación de la novela.
Aquí dejo todo esto, bien guardadito, mientras Rapacinos sigue su curso y yo intento fingir que nada de esto ha pasado para poder volver a mi escritorio de forma pura y genuína. Sin pensar en lectores ni en libros ni en editoriales ni en preguntas ni en futuro ni en expectativas ni en plazos. Sola. La única forma, creo yo, en la que lo sé hacer. Gracias por acompañarme estos meses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta, si quieres.